EL ROSAL TREPADOR
Cuando pienso en los años que pasé en Alborada, además de recordar muchas vivencias y a muchas personas a las que de una u otra manera siempre me sentiré unido, también me hace recordar una historia que un amigo me contó.
A finales de los años 50 muchos matrimonios se trasladaron de los pueblos a Zaragoza en busca de trabajo, fue necesario construir viviendas sociales sin lujos pero dignas, debido a los precios del suelo, surgieron en el Arrabal, Las Fuentes y Las Delicias.
Eran matrimonios jóvenes, algunos de sus hijos nacieron al poco tiempo de ocupar estas viviendas. Tuvieron que luchar por el asfaltado de las calles, muchos recordamos los enormes charcos, por la necesidad de transporte, por colegios, por el saneamiento de algunas industrias abandonadas, contra los malos olores, en fin, además de unos orígenes similares las necesidades también eran comunes.
Cualquier festejo era bueno para juntarse.
Para los niños su espacio de juego era la calle.
Las relaciones que se establecieron entre los habitantes de muchas de estas viviendas, supuso una forma de ampliar la familia.
Un vecino de un estos bloques, el de la planta baja, siempre había una vivienda a nivel de calle, plantó junto a la fachada un rosal que había traído de su pueblo, aprovechó que la acera estaba sin pavimentar. Poco a poco fue creciendo, cuando llegó a la primera planta, el vecino de esta lo fijó a la pared en torno sus ventanas y así fue ocurriendo hasta llegar al último piso. Al inicio de año lo podaban dándole forma, después lo regaban, le echaban abono, luego cortaban las flores secas y así de nuevo salían otras. Durante toda la primavera, el verano y parte del otoño estaba florido y con un maravilloso aroma.
Cuando pavimentaron las aceras consiguieron que dejaran un alcorque para mantener el rosal, así mismo lograron que les asfaltaran la calle y una parte del patio del colegio.
Poco a poco los vecinos se fueron jubilando, alguno volvió a su pueblo de origen, otro falleció. Estos pisos pasaron a sus hijos y en algún caso se vendió.
En los inicios del 2000 en una reunión de vecinos pensaron que debían cambiar la imagen de la fachada, decidieron pintarla y cortar el rosal, ya nadie lo cuidaba estaba muy abandonado, había permanecido lozano más de 40 años.
Aquel rosal que había servido de estandarte y señal de unión entre los vecinos había desaparecido, ahora sólo tenían en común el bloque donde vivían y el color de la fachada. Su relación se limitaba a saludarse si se encontraban en la escalera.
Debemos apostar por aquello que nos une y no por lo que nos separa. Los lenguajes, la risa, el trabajo, los afectos sirven para unir a las personas. En Alborada con estos ingredientes nuestros alumnos son nuestro estandarte.
“Podemos pintar la fachada como queramos, pero no dejemos que nadie corte el rosal ni dejemos de cuidarlo, de otro modo, perderemos lo mejor nosotros”. JOSÉ MANUEL ALMALUEZ.
4 comentarios:
¡QUÉ SUERTE TUVIMOS AL TENERTE COMO COMPAÑERO Y COMO JEFE DE ESTUDIOS!
QUIÉNES NO TE CONOCIERON PUEDEN HACERSE UNA BUENA IDEA DE LO QUE REPRESENTASTE PARA ALBORADA A TRAVÉS DE ESTE CUENTO QUE NOS HAS REGALADO.
ME QUEDO CON UNA DE ESAS OLOROSAS ROSAS Y ESPERO QUE NOS VEAMOS PRONTO.
CONCHITA
¡José Manuel!¡qué feliz me hace volver a verte y a escuchar tu voz dentro de mi cabeza! Es verdad lo que dice Conchi leerte es como tenerte al lado...Besicos Pilar D
¡Qué alegría "verte" aunque sea de forma virtual! Un abrazo . REYES
Trabajé contigo en Ejea y luego en zaragoza,fue un placer compartir contigo y aprender de tí tantas cosas.Espero verte en este 25 aniversario.Hasta pronto.M.Jesús
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